El futuro federal de Europa

 

Artículo de nuestro presidente Domènec Ruíz Devesa para el libro Europa 3.0:

“No es infrecuente que cuando se menciona la palabra «federal» relacionada con Europa en los círculos bienpensantes la conversación
termine ya sea con una rotunda negativa o con caras descreídas sobre la unión política de corte federal, y eso que ya la propia Declaración Schuman de 1950 señalaba que la Comunidad Europea del Carbón y del Acero no era sino un primer paso para el establecimiento de una federación en el Viejo Continente.
Lo cierto es que la Unión Europea es ya federal en muchos de sus elementos, aunque no se use la palabra por prejuicio, ignorancia o corrección política. Pensemos por ejemplo en la moneda única, y en el Banco Central Europeo que la emite, institución típicamente federal donde las decisiones se toman por mayoría y por tanto sin posibilidad de vetos nacionales. La unificación monetaria es en sí misma uno de los pilares típicos de las experiencias federales históricas, como colofón de la unidad de mercado y la eliminación de barreras comerciales interiores en el seno de un mismo espacio político.

Del mismo modo, la distribución de competencias, entre exclusivas de la UE, compartidas entre la UE y los estados miembros y exclusivas de los estados, es también una característica clásica de los estados federales, a lo que podríamos agregar el procedimiento de codecisión legislativa entre el Consejo de la UE y el Parlamento Europeo, mediante el cual se aprueban las directivas y reglamentos que prepara la Comisión Europea. Este procedimiento de elaboración de la legislación europea es igualmente parangonable al de algunos de los estados federales más conocidos como Alemania y Estados Unidos, donde existe un sistema bicameral con una cámara que representa a los ciudadanos –Bundestag, House of Representatives– y otra que representa a los estados –Bundesrat, Senate–.

El esquema, como se decía más arriba, es parangonable, pues el Parlamento Europeo es elegido directamente por los ciudadanos, y el Consejo está formado por los gobiernos, a su vez elegidos por los ciudadanos en elecciones nacionales, de manera equiparable al Bundesrat alemán –en el caso de Estados Unidos los senadores son elegidos por el pueblo, a razón de dos por estado con independencia de su población–. Cualquier proyecto legislativo europeo deberá por tanto contar con el apoyo tanto del Parlamento Europeo como del Consejo. Y el Consejo toma sus decisiones por regla general de acuerdo a la fórmula de la mayoría cualificada, lo que convierte a esta institución en un órgano federal.

Por último, cabe recordar que el Tratado de Lisboa que entró en vigor en 2009 establece que el candidato a presidente de la Comisión Europea deberá ser propuesto por el Consejo Europeo teniendo en cuenta los resultados de las elecciones europeas. De este modo, se establece un vínculo entre la mayoría política del Parlamento Europeo y el presidente del ejecutivo comunitario, rasgo que encontramos en cualquier democracia parlamentaria, el sistema político más extendido en el continente europeo.

En resumidas cuentas, como ha tenido ocasión de señalar Enrique Barón, la Unión Europea se caracteriza precisamente por una tendencia secular de carácter federalizante, aun con parones puntuales y algún que otro retroceso, y con metas importantes todavía no alcanzadas. Se trata de un proceso constituyente que en palabras de José María Gil-Robles dura ya más de sesenta años, y en el marco del cual el movimiento federalista europeo sigue trabajando para completar la federación europea, tarea que inició en plena lucha contra el nazifascismo en fecha tan temprana como 1941. El balance de la Unión de los Federalistas Europeos es digno de
tener en cuenta, si recordamos las campañas por la Europa sin fronteras, la moneda única y la elección por sufragio universal del Parlamento Europeo de los años 60, hitos que se acabaron logrando con los años.

Sin embargo, no existe aún un verdadero gobierno europeo, pues los comisarios son nombrados a razón de uno por país por los estados. Es preciso que esta competencia sea atribuida al presidente de la Comisión y al Parlamento Europeo, con participación del Consejo. Asimismo, la UE toma sus decisiones por unanimidad en materias clave como la fiscalidad, la política social y la política exterior, lo que es antifederal y antidemocrático, además de conducirnos a la parálisis. Corresponde en última instancia a los ciudadanos y a los movimientos sociales reclamar a los políticos que completen la federalización de Europa, para que el proyecto europeo esté plenamente legitimado desde el punto de vista democrático, desarrolle su dimensión social y tenga el peso que le corresponde en un mundo globalizado.”

  • La UE se ha disgregado desde que unos entraron en el Euro y otros no. Ahora lo urgente es abordar la problemática que la moneda única ha supuesto para los Estados que la adoptaron.

    Se hizo demasiado alegremente, sin tener en cuenta que el Euro sería una moneda extranjera para todos los miembros del club y que lo que uno de esos miembros haga mal repercute sobre todos los demás. Así, con esa ligereza, se acabó en el Eurocaos.

    Los países de la UE que conservan moneda propia tienen una problemática diferente a la que tienen los 18 miembros de la Eurozona.

  • Más bien lo hicieron creyendo que las economías de la zona euro convergerían automáticamente, sin darse cuenta que hacia falta una mayor Unión política y una armonización fiscal y social y que con solo una Unión Monetaria no se iba a conseguir.

  • Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

    Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.