La UE ante la crisis del coronavirus y la necesidad histórica de avanzar hacia la integración
Desde que el pasado 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud elevara la situación de emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19 a pandemia internacional, la UE y sus diferentes Estados miembro enfrentan con intensidades asimétricas la batalla contra un enemigo invisible, en lo que se ha tildado ya como la peor crisis desde la II Guerra Mundial.
En el plano sanitario, la ausencia de competencias, relegadas a la voluntad de cooperación entre los 27 (art. 2.5 y 6 TFUE), ha impedido que las instituciones comunitarias ejerzan con determinación y liderazgo la necesaria coordinación en la toma de decisiones a lo largo de las distintas fases de la crisis; lo que derivó, en un primer momento, en un escenario donde imperó el caos y la descoordinación, con la consiguiente desafección y desconcierto para los países que precisaron de mayor aprovisionamiento de recursos y asistencia de sus homólogos europeos, especialmente España e Italia.
En el ámbito económico, los Federalistas europeos de Madrid, JEF y UEF Madrid, saludamos la decisión del Eurogrupo de desbloquear algo más de medio billón de euros en préstamos para financiar la reconstrucción de los países de la zona Euro afectados por la crisis del coronavirus. Una triple red de seguridad (MEDE, BEI y SURE) que dotará de liquidez a Estados, empresas y colectivos sociales más vulnerables “hasta que termine la crisis del Covid-19”.
Sin embargo, pese a ser esperanzador en el corto plazo, nos parece insuficiente para afrontar el horizonte postpandemia y para mejorar las condiciones materiales de vida de la ciudadanía europea. Consideramos que no se aborda con visión de conjunto y al amparo de los valores de unidad y solidaridad que vertebran la Unión, sino en la dinámica constante de contraposición de intereses nacionales que tantos fracasos y decepciones han cosechado en la historia reciente de la UE.
La Organización Internacional del Trabajo calcula que, a nivel global, se perderán alrededor de 250 millones de puestos de trabajo, 25 de ellos en Europa. Esta misma organización estima que las desigualdades económicas se incrementarán significativamente el próximo año. Las dos principales economías de la Eurozona, Francia y Alemania, experimentarán una contracción de su PIB en dos dígitos e Italia entró en esta crisis con la tercera deuda pública más elevada del mundo. España, por su parte, cuenta con un exiguo margen fiscal, por lo que, pese a la ausencia de condicionalidad, también verá incrementada sensiblemente su deuda soberana, con una factura que alumbra un horizonte de austeridad que, a buen seguro, seguirá comprometiendo sine die a las generaciones venideras.
Asimismo, cabe recordar que Países Bajos, la potencia más intransigente y reticente a la mutualización de los costes derivados de la pandemia, lleva décadas beneficiándose del espacio Schengen y de la zona euro a través de su balanza comercial, con un superávit de cerca del 11%. La existencia de paraísos fiscales internos que, lejos de favorecer la justa competencia y el equilibrio y reparto equitativo de la inversión empresarial, socavan el interés general de los 27, constituyen de facto una deslealtad hacia los principios que deben guiar el Mercado Único y la unión fiscal.
Así las cosas, resulta necesario completar la Unión Económica y Monetaria con una armonización fiscal y social ambiciosa que evite una competencia entre los Estados para atraer fondos tras la crisis y reduzca las desigualdades sociales entre Estados miembros.
También es imprescindible un tesoro europeo con capacidad de emitir eurobonos para que estos países pueden financiarse para invertir en su recuperación económica con el respaldo de toda la Unión Europea.
En la misma línea, hay que apostar por un Seguro Europeo de Desempleo que complemente a los nacionales para paliar la situación de los europeos que se quedarán sin trabajo por esta crisis, especialmente los colectivos sociales más vulnerables. Sin contar que hace falta mejorar la función de coordinación y apoyo de la UE en asuntos de salud pública e investigación y dotar a la Comisión de funciones al respecto, con la consiguiente reforma institucional. Ante la ausencia de fronteras internas, la adopción de medidas unilaterales se ha revelado infructuosa.
Así las cosas, en el presente documento no pretendemos ahondar en el enfrentamiento, ni agravar la archiconocida fractura Norte-Sur, sino evidenciar lo imperfecto de la construcción del proyecto europeo por la vía intergubernamental, y la importancia de accionar un punto de giro que marque los pilares de una verdadera Unión, eficaz, eficiente y solidaria. No hay excusas. Nos lo exige el curso de la historia.
El precio que hubo que pagar por la crisis de 2008 fue infinitamente alto: se dejó a mucha gente atrás y se quebró el contrato social, allanando el terreno a movimientos nacionalistas y populistas. Es tiempo de entender que el tsunami económico y social que seguirá a una causa sobrevenida de tamaña envergadura arrasará todo el continente sin excepción. La Unión, y por ende toda la civilización europea, lleva demasiado tiempo asomándose al abismo. Es hora de comprender que su futuro será de cohesión, cooperación, solidaridad y consenso o sencillamente no será. Avanzar hacia la integración europea es rendir merecido cumplimiento a esa máxima. Es la única opción para una salida rápida, sostenible e inclusiva.
Jóvenes Europeístas y Federalistas de MADRID
Unión de Europeístas y Federalistas de MADRID
JEF y UEF MADRID
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