Por un europeísmo ciudadano: el ejemplo de Altiero Spinelli
Artículo de opinión escrito por Domènec Ruiz-Devesa, miembro del Bureau de UEF Europe y delegado de UEF Madrid en el Consejo de UEF España, y Damián Macías, vicepresidente de UEF Madrid, publicado originalmente en Diario Información.
Con ocasión del 60 aniversario del Tratado de Roma que dio origen a la Comunidad Económica Europea, más de diez mil europeístas de todo el continente nos pusimos en marcha el pasado sábado, 25 de marzo, desde la romana Piazza della Bocca della Veritá hasta el Coliseo, para demostrar con una gran manifestación ciudadana nuestra adhesión al proyecto de integración europea, así como para reivindicar su plena federalización: más y mejor Europa.
En nuestra opinión, la Unión Europea es la innovación política de tipo supranacional más avanzada que ha producido la Humanidad, una construcción que, aunque imperfecta e inacabada, ha logrado, a base de fomentar la cohesión y la vertebración territorial, recuperar un continente devastado por las dos guerras mundiales y dotar una modernidad política, jurídica y social con la que hacer frente los retos presentes y futuros de una imparable globalización. Hitos que algunos intentan detener dada la pujanza de los nacionalismos disgregadores brotados en determinados Estados miembros, (véase el resultado histórico del Frente Nacional de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, alcanzando casi al 35% del escrutinio), o el surgimiento de una izquierda antagonista y poscomunista, apuntada también al carro de reclamar el desmantelamiento de la construcción europea, como si todavía siguieran a las órdenes de Moscú.
Sólo con la desinformación y la manipulación se puede poner en tela de juicio los enormes logros de la UE, tales como haber consolidado el periodo de paz más largo que se recuerda en Europa, y construido el mercado interior más grande y próspero del mundo. Escenarios de estabilidad que han propiciado avances como la unión monetaria o la eliminación de fronteras internas y que como un mecano en eterna construcción nos hacen ver que sin unos pilares financieros y presupuestarios que la sustenten, nos abocan a situaciones de pánico en los mercados y a ajustes fiscales y recesiones que tanto descontento han generado en países como el nuestro.
Sobre este particular, cabe señalar que las políticas son el resultado de las mayorías que prevalecen en las distintas instituciones europeas (Comisión, Parlamento, Consejo), por lo que aquellos ciudadanos que estén disconformes con la llamada austeridad (hoy ya prácticamente abandonada incluso por la ortodoxia bruselense) debieran orientar su acción no a ignorar, o peor aún, tratar de desmantelar la Unión, sino, al contrario, tendrían que participar en las elecciones europeas y así expresar su apoyo a otras alternativas (no olvidemos que el Partido Popular Europeo es el principal grupo político de la Eurocámara). No es esto una obviedad, si tenemos en cuenta que en los comicios al Parlamento Europeo de junio de 2014 menos de la mitad del electorado español se acercó a las urnas.
Con todo, siendo cierto que gracias a Europa personas y trabajadores se desplazan ahora libremente sin pasaporte ni permiso de trabajo, que los universitarios de los Estados miembros estudian la misma titulación lo hagan en Cádiz o en Varsovia, que los consumidores gozan de un alto grado de protección (véase el caso de las cláusulas suelo de las hipotecas), o que los campesinos tengan el respaldo de las subvenciones frente a la volatilidad de los precios agrícolas, por citar sólo unos pocos ejemplos, la construcción europea sigue sin ser bien entendida por la ciudadanía debido a su complejidad institucional y política, por lo que continúa percibiéndose como un proyecto elitista, gestionado por expertos políglotas y cosmopolitas, con los que al menos una parte importante de la población no se siente identificada.
De ahí la necesidad de poner en marcha una gran iniciativa de comunicación, formación y educación sobre la Unión Europea, para así generar un europeísmo de base y popular, pues son los pueblos, y no sólo las élites, quienes se benefician de este proyecto.
Por esta razón, la Unión de Europeístas y Federalistas de España ha presentado una petición a la Comisión Europea para que lance un ambicioso programa, que denominamos «Cátedras y Voluntarios Altiero Spinelli» con el que, en colaboración con los entes locales, el conjunto de la ciudadanía pueda conocer los orígenes, valores, instituciones, derechos, competencias y políticas de la Unión Europea, en tanto los Estados miembros se deciden a introducir esta materia en los currículos escolares.
¿Por qué esta denominación? Cuando el pasado 1 de marzo de este año, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, presentó ante el pleno del Parlamento Europeo reunido Bruselas su «Blanco sobre el Futuro de Europa», empezó su discurso recordando a los antifascistas Altiero Spinelli y Ernesto Rossi, quienes desde su destierro en la minúscula isla de Ventotene, imaginaron ya en la tardoprimavera de 1941 una Europa «libre y unida». En efecto, Spinelli, a diferencia del enfoque tecnocrático de Jean Monnet, trató de construir un movimiento popular para alcanzar la unidad europea.
Por tanto, recuperemos el espíritu de Ventotene y de Spinelli, pero no a los meros efectos retóricos; concretémoslo con una iniciativa de educación popular europea a la altura de las circunstancias que vive hoy la Unión, cuando Trump reniega de la Alianza Atlántica, el Reino Unido se apresta a abandonar el barco y el llamado grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia) mantiene su insolidaridad respecto a la acogida de los refugiados, y que nos permita reconectar con la ciudadanía y recuperar su confianza en el proyecto europeo. Como escribiera el propio Altiero en las líneas conclusivas del Manifiesto de Ventotene, «el camino que hay que recorrer no es fácil ni seguro, pero debe ser recorrido, y lo será».
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